El perfil del abogado litigante civil
- Dr. Sergio Artavia B
- hace 3 días
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Dr. Sergio Artavia Barrantes
El proceso civil moderno ha transformado profundamente la manera de concebir el rol del abogado litigante. La figura tradicional de un jurista dedicado únicamente a la redacción de escritos quedó atrás con la incorporación del sistema por audiencias y la oralidad procesal. Hoy, el perfil del litigante exige un equilibrio entre técnica, estrategia y habilidades de comunicación, pues de ello depende no solo el resultado del proceso, sino también la confianza que transmite al cliente y la credibilidad que proyecta ante los jueces. Un abogado litigante ya no se define únicamente por su dominio de la norma, sino también por su capacidad de persuadir, organizar su caso y presentarlo de manera clara, precisa y convincente en escenarios orales. Este nuevo modelo exige preparación continua, inteligencia emocional, disciplina metodológica y apertura al uso de nuevas tecnologías, elementos que marcan la diferencia entre un ejercicio profesional rutinario y una verdadera práctica estratégica. El perfil del litigante, entonces, no es un concepto estático ni limitado a una lista de destrezas, sino un conjunto dinámico de competencias que se construyen en la academia, se consolidan en la práctica y se perfeccionan en cada audiencia.
1. El perfil del abogado litigante civil
El abogado litigante en materia civil es, ante todo, un estratega. Su primera característica esencial es la visión integral del proceso, que le permite comprender desde la entrevista inicial con el cliente hasta la eventual interposición de un recurso oral en audiencia. La formación académica es un punto de partida, pero no basta: la verdadera construcción del perfil ocurre en la práctica diaria, donde se mide la capacidad de reacción, la claridad argumentativa y la serenidad frente a la presión del litigio.
Un segundo rasgo fundamental es la capacidad de planificación. La litigación civil no admite improvisaciones, pues cada demanda, contestación, escrito y alegato debe obedecer a un plan previamente diseñado. La teoría del caso, los actos de proposición escrita y la organización de la prueba son herramientas que el litigante debe dominar con precisión. Un abogado que confía en la improvisación se expone a errores estratégicos que difícilmente pueden corregirse después, dada la preclusión que rige en el proceso civil (Art. 8 CPC).
El perfil también está marcado por la competencia comunicativa. La oralidad ha colocado al abogado en el centro del escenario judicial, obligándolo a expresarse con claridad, seguridad y respeto. La habilidad para hablar en público, modular la voz, utilizar un lenguaje comprensible y mantener contacto visual con el juez constituye un elemento indispensable. No basta con tener la razón jurídica: hay que saber transmitirla. El manejo del lenguaje no verbal y el control de los gestos complementan esta dimensión, pues la credibilidad del litigante depende tanto de sus argumentos como de su actitud en sala.
Asimismo, el litigante civil debe poseer una ética sólida. La credibilidad no se improvisa, se construye con coherencia entre el decir y el hacer, con transparencia en la relación con el cliente y con respeto hacia el tribunal y la contraparte. La ética profesional no es un accesorio, sino un componente esencial del perfil, ya que de ella depende que el juez confíe en la palabra del abogado y que el cliente perciba lealtad en su defensa (Art. 5.3 CPC).
Otro aspecto definitorio es la resiliencia procesal. El litigio está lleno de imprevistos: resoluciones adversas, objeciones sorpresivas, pruebas rechazadas, testimonios contradictorios. El buen litigante no se derrumba ante el revés, sino que sabe recomponer su estrategia, adaptarse y continuar con firmeza. Esta capacidad de reacción rápida distingue al abogado preparado de aquel que se paraliza frente a lo inesperado.
2. La inteligencia artificial como apoyo estratégico
El perfil contemporáneo del litigante debe incorporar el uso inteligente de herramientas tecnológicas, particularmente la inteligencia artificial. Estas plataformas permiten organizar expedientes, analizar jurisprudencia y construir líneas argumentativas con mayor eficiencia. No sustituyen el criterio jurídico, pero sí potencian la capacidad del abogado para preparar audiencias, gestionar pruebas y anticipar escenarios. Un litigante que ignora estas herramientas se expone a competir en desventaja frente a colegas que las emplean con criterio estratégico.
3. Inteligencia emocional en la litigación civil
La inteligencia emocional se ha convertido en un rasgo indispensable del abogado litigante. El dominio de las emociones, la empatía hacia el cliente, la capacidad de escuchar activamente y la serenidad en los momentos de mayor presión fortalecen la credibilidad del litigante. Un profesional que pierde el control emocional en sala debilita su propia causa; en cambio, quien transmite calma, respeto y autocontrol genera confianza en el juez y solidez en la relación con el cliente.
4. Preparación y planificación para los juicios
La preparación de los juicios ya no puede limitarse a la revisión de escritos. El abogado debe ensayar sus alegatos, anticipar objeciones, diseñar la secuencia de interrogatorios y preparar a los testigos. La audiencia es un examen integral del caso, y el litigante que llega sin planificación se expone a perder el control del proceso. La metodología en la preparación garantiza no solo orden, sino también la posibilidad de adaptar la estrategia con flexibilidad ante imprevistos.
El resultado de todas estas características es un perfil complejo: un abogado que combina técnica, estrategia, ética, comunicación y tecnología; que entiende que su rol no es únicamente litigar casos, sino representar con eficacia los intereses de su cliente, dentro de un marco normativo y de un sistema procesal que premia la preparación y castiga la improvisación.
Conclusiones doctrinales
El perfil del litigante civil es estratégico y no se limita a la redacción de escritos.
La visión integral del proceso distingue al litigante eficaz del meramente técnico.
La planificación previa es indispensable, pues el proceso se rige por la preclusión.
La oralidad exige habilidades de comunicación claras, precisas y persuasivas.
El lenguaje no verbal es parte esencial de la credibilidad procesal del abogado.
La ética profesional constituye la base de la confianza del juez y del cliente.
La resiliencia procesal permite enfrentar con serenidad las decisiones adversas.
La improvisación es un error grave en litigación civil; la preparación es la regla.
La actualización doctrinal y jurisprudencial es obligación permanente del litigante.
La credibilidad procesal se construye con coherencia, respeto y transparencia.
La inteligencia artificial potencia la eficiencia y preparación del abogado litigante.
La inteligencia emocional fortalece la credibilidad y la confianza en audiencia.
La teoría del caso es el eje que articula la labor del litigante en todas sus fases.
El dominio probatorio es parte inseparable del perfil del abogado civil.
La preparación metodológica de juicios asegura control estratégico en audiencia.
El juez percibe la seriedad del abogado a través de su preparación en audiencias.
El litigante exitoso maneja tanto la fase escrita como la oral con igual solvencia.
La credibilidad es un capital procesal que se gana con disciplina y consistencia.
La tecnología no sustituye al abogado, pero sí amplifica su capacidad estratégica.
El perfil del litigante civil se construye en la práctica y se perfecciona con estudio.
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