Nunca subestimes al adversario en un litigio
- Dr. Sergio Artavia B

- 17 jul
- 4 Min. de lectura
En el juicio civil, la soberbia es una trampa disfrazada de experiencia. Con frecuencia, los abogados más veteranos caen en la ilusión de que su preparación basta por sí sola.
Pero cada proceso es un campo nuevo, con reglas, actores y estrategias distintas.
La clave no es confiar ciegamente en la fortaleza del caso, sino prepararse con la misma intensidad con que uno teme perder.
Porque el juicio no perdona a quien subestima al adversario.
En los juicios, muchas derrotas no nacen de la falta de razón jurídica, sino de la excesiva confianza del litigante.
El peor enemigo no es siempre el argumento contrario, sino la subestimación del adversario.
En este escenario donde se juega cada palabra, conviene partir del supuesto de que el otro abogado es más capaz, más preparado, y más sagaz.
Esa mentalidad, aunque parezca extrema, nos empuja a la excelencia. Como diría Cervantes, “el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. Y el que presume, pierde. A veces sin saber por qué.
Piensa siempre que el abogado adversario está mejor preparado que tú. Puede sonar pesimista, pero es una estrategia poderosa para encarar cualquier juicio con rigor.
Con frecuencia, quienes litigamos partimos confiados por la solidez de nuestro caso, la experiencia acumulada, o la existencia de precedentes jurisprudenciales que favorecen nuestra posición.
Sin embargo, esa confianza puede desvanecerse en sala si el compañero de oficio —quizá más silencioso, quizá menos visible— ejecuta una defensa que termina por desbaratar nuestras fundadas expectativas.
Subestimar al colega de enfrente me recuerda inevitablemente la historia de David y Goliat: mientras el gigante se reía, el muchacho afilaba una piedra. En el juicio, quien aparenta debilidad puede esconder una defensa certera y letal.
Para evitar estos escenarios —más frecuentes de lo que se admite— es vital activar una especie de percepción estratégica: parte del supuesto de que el colega es más agudo, se ha preparado mejor que nosotros, ha investigado más, tiene mejores interrogatorios y pruebas, o ha entendido mejor al juez.
Esa creencia te hará repasar el caso a fondo, anticiparte, prepararte con esmero. Una voz interna te advertirá: “Si no das lo mejor, perderás”.
Y no se trata únicamente de valorar la capacidad intelectual o experiencia del adversario.
Se trata de asumir que para él su caso es justo, legítimo y correcto. Lo ha racionalizado, lo siente suyo, y lo defenderá con fiereza. Creer que por tener razón basta, es uno de los mayores errores en juicio.
Por eso, profundizá.
Estudia el caso hasta que tu dominio sea absoluto.
Reunite con el cliente y los heridos de guerra, para ver detalles.
Relee los detalles de la demanda, contestación y documentos.
Observa las grabaciones.
Preparase las audiencias.
Prepara los interrogatorios
Escucha a tus testigos y habla con los peritos.
Visualiza el escenario completo del juicio.
Anticipa cada objeción.
Solo así, sin importar quién esté enfrente, estarás preparado para cualquier embate.
Esta preparación extra —la llamada milla adicional— no es solo esfuerzo mental.
Es también una técnica de blindaje emocional: te vuelve más firme, más entregado y más claro.
Además, te permite argumentar mejor, interrogar con un propósito, alegar con precisión y responder con solvencia.
Sin esta preparación, dependes de la suerte.
Con ella, reducís el margen de error.
Recordar que el juicio es un conflicto entre dos fuerzas activas, no un acto unilateral de brillantez.
Si solo controlas lo tuyo y olvidás lo del otro, quedás expuesto.
El mejor abogado no es quien brilla más, sino quien anticipa mejor las jugadas del contrario.
Saber quién es tu oponente, cómo litiga, qué lo motiva, y hasta cómo gesticula, es parte de la estrategia.
No por miedo, sino por respeto. Porque solo quien respeta la dificultad, se prepara con altura.
Y como decía el Quijote, “la confianza en uno mismo debe ir acompañada de prudencia, para que no se convierta en temeridad”.
Trece Consejos para litigar con ventaja real y respetuosa
1. Siempre asume que el colega contrario es más agudo que vos; así te forzarás a preparar el caso con máxima profundidad y detalle.
2. Nunca subestimes la racionalidad de su postura; aunque creas tener la razón, él también cree defender una verdad legítima.
3. Estudia su estilo litigioso, antecedentes, publicaciones o forma de interrogar: cada adversario es un texto jurídico que debe leerse.
4. Pide a tu equipo que critique tu caso desde la óptica del oponente; anticipa así sus ataques y debilita tus puntos ciegos.
5. Visualiza el juicio con el adversario ganando: eso te obliga a revisar flancos débiles y a fortalecer pruebas y argumentos.
6. En sala, escucha con atención sus palabras; a veces, una objeción bien formulada esconde una estrategia mayor.
7. Practica la humildad activa: cuanto más respetes su talento, más contundente será tu propia preparación y defensa.
8. Antes de cada audiencia, asumí que el adversario encontró una línea de ataque que no viste: eso te obliga a revisar desde cero.
9. Incluso un caso débil puede ser peligroso si lo litiga alguien ingenioso: no prepares tu defensa contra el caso, sino contra la mente.
10. Muchos procesos se pierden por confiar en la superioridad moral o técnica; el juicio no premia el mérito, sino la astucia y la ejecución eficaz.
11. Pregúntate qué harías si fueras el abogado contrario: esa simulación mental revela fisuras que el ego suele ocultar en tu estrategia.
12. La subestimación convierte fortalezas en puntos ciegos: el exceso de confianza inhibe la revisión crítica, y eso deja flancos abiertos a la réplica.
13. Algunos abogados no brillan en el expediente, pero deslumbran en sala: no subestimes al litigante que se prepara para sorprender en vivo.



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